domingo, 28 de marzo de 2010

La tetócnica de la misería y la violencia- Reportaje La Nación Domingo- 7.03.2010

El terremoto del sábado 27 de febrero que se extendió por más 700 kilómetros, no sólo produjo una inclinación de 8 centímetros en el eje de la Tierra. Como otros, causó cambios en el paisaje natural, la arquitectura, la economía y el diario vivir de los chilenos, que ya se empiezan a constatar: Las Siete Tazas se secaron, el adobe jubiló, las acciones de las constructoras cayeron tras los severos daños en edificios y con seguridad habrán migraciones.
Sin embargo, lo más notable es que abrió una fisura por donde salieron las mayores contradicciones de un país que pretende alcanzar el desarrollo en poquitos años: la mala calidad de la vivienda, el fascismo, el debilitamiento del Estado, la indolencia del mercado, la centralización y la marginalidad que subsiste detrás del acceso al consumo, quedaron a la vista como si los maremotos hubiesen sido acetona sobre los cosméticos beneficios del sistema y en cosa de horas muchos chilenos depredaron el comercio en el sur.
“El lumpen” saltó de la boca de las autoridades, a las que un conocido columnista chascón les colgó al cuello la culpa de haber tenido mano blanda durante veinte años. Más lejos llegaron los que sostuvieron entre líneas que por tener un plasma que terminará de pagar después de que entre en vigencia la norma japonesa de televisión digital, un pobre dejó de ser pobre.
“La violencia social apareció con más virulencia y una actitud más desafiante que antes. Como no hay canales políticos para ese descontento social, se manifiesta contra la propiedad y ahora sin respeto por las personas”, apunta el Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar.

EL BENDITO SISTEMA
“Vergüenza debieron sentir tanto funcionario, ministro de Hacienda, empresario y en fin, tanto hechizado con el modelo económico chileno cuando el terremoto dejaba a la vista sus pies de barro: sujetos ayer considerados respetables consumidores en cuotas que se convertían en cuestión de horas en bárbaros que no respetaban nada”, resumió el profesor de Derecho Laboral de la Universidad Diego Portales, José Luis Ugarte, en el diario electrónico El Mostrador, “ni nuestra mejor propaganda ni la de los organismos financieros puede esconder que a la hora de repartir entre todos nuestros beneficios, nos parecemos más a los países africanos que a los del primer mundo con los que nos gustaría compararnos”.
La opinión es compartida entre quienes intentan comprender el fenómeno y no sólo enjuiciar moralmente los actos o culpar únicamente a la demora del Estado para enviar al Ejército a las zonas devastadas, sobre todo a Concepción, zona urbana que sufrió cinco incendios.
“El saqueo es una derivación de la mala estructura del sistema laboral. Los índices de empleo precario son exactamente iguales a los de comienzos del siglo XX: sobre 60% y hay que sumarle un porcentaje de profesionales que trabajan a honorarios, sin previsión ni salud”, sostiene Salazar, “y este problema se agudiza con la emigración campo-ciudad, donde la gente va por pega, se mete al empleo precario y reside al lado del mercado negro y lo seudo-delictual. No hay ciudad en Chile que no tenga un 70% de vivienda popular y por lo tanto, no hay ciudad en Chile que no este propensa a saqueos”.

DESPROTECCIÓN Y FASCISMO
De que Chile es un país golpeado por los terremotos no hay duda. Están los casos de verdaderos desastres causados por la fuerza de las placas tectónicas, como los sismos de Valparaíso en 1906, Chillán en 1939 y Valdivia en 1960. Sin embargo ningún otro terremoto había desnudado tantos problemas como el de la semana pasada y los saqueos no llegaron tan lejos.
Cuando el sismo de 1906 remeció Valparaíso, ésta era una ciudad emergente que contaba con un sistema de alcantarillado y electricidad acorde al principal puerto del continente. Con el puerto en el suelo apareció el pillaje pero también el vicealmirante Luis Gómez Carreño, quien apagó el vandalismo con fusilamientos públicos de saqueadores que cortaban los dedos de los cadáveres para robar anillos.
Se ve lejano, pero hoy mucha gente pidió lo mismo. “Queremos a las Fuerzas Armadas aquí y no queremos que detengan a los delincuentes y los suelten al otro día, queremos que los maten”, clamaba a través de las cámaras de televisión una humilde vecina de Talcahuano, angustiada por los robos a casas.
“Hay sectores de la población que viven del delito y se aprovecharon de la situación, un sector bastante violento, pero sabemos que la delincuencia es fruto de la desigualdad económica en que viven sectores que quieren participar de la torta. Son sectores medios bajos que por miedo a pauperizarse o se vuelven lumpen o se vuelven fascistas”, explica el historiador Jocelyn-Holt, “se reveló ese fascismo latente que lo único que quiere es sacar pistolas, un sector al que le encanta los militares y que nunca ha desaparecido. Recuerdo el final de la película “La frontera” (1991): la gente aplaudía en el cine cuando aparecía el helicóptero de Carabineros”.
Los terremotos de Chillán y Valdivia también tuvieron saqueos, aunque en menor grado. “Yo estaba en Ancud en 1960 cuando llegó una ola de 15 metros que dejó refrigeradores y televisores en las calles”, recuerda el cantante e historiador Patricio Manns, quien en 1972 publicó dos volúmenes de su libro “Los terremotos en Chile” por Quimantú, “por eso los militares prohibieron agacharse o si no te pegaban un tiro. Mataron a dos o tres saqueadores”, recuerda el músico.
Según Gabriel Salazar se explica por la labor del Estado. “Entre 1938 y 1973 se desarrollaron muchas empresas públicas y a través de la Corfo, el trabajo era mucho más estable. Aunque no se resolvieron temas como la vivienda, por eso la presencia de callampas, existía un estado social benefactor que protegía al trabajador y a la familia, y que por otro lado tenía sus propios aparatos y capacidades para proteger y educar. No me extraña que este Estado se haya enredado para actuar con mayor eficiencia y tampoco los saqueos, cuando predomina el empleo precario, sin protección, y con el único beneficio de obtener créditos de consumo que bordean el 40% de interés anual”.
Sin embargo para el historiador esto es sólo la punta de lanza de la desigualdad y la marginalidad. “La presencia de la masa marginal desde el siglo XIX contempla el 60% o 70% de la fuerza laboral, con empleos precarios que no les permiten adquirir viviendas dignas. A eso se suma una frustración afectiva considerable, porque la familia nuclear ha desaparecido, aumentando la cantidad de los llamados ‘huachos’ que son abandonados por sus padres, muchas veces por un tema de recursos. Es gente sin futuro que hace cien años se evadía en el alcohol y ahora en la drogadicción, que acarrea la falta de respeto y la violencia. Todo eso quedó a la vista hace unos días y explica la explosión social”. LCD

1 comentario:

  1. Estimado Profesor:

    Empresa da por muertos a cerca de 90 trabajadores para finiquitar contratos El empleador, en primera instancia, avisó a los afectados que serían apartados de la empresa aplicando el Artículo 159 del Código del Trabajo que permite el despido en caso de catástrofe, situación que no pudo concretarse debido a que Chiloé no sufrió mayores daños tras el terremoto

    Andrès Delgado

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