domingo, 29 de noviembre de 2009

Guía electoral para el trabajador que le interesa algo su destino- La Nación Domingo 29.11



No está tan claro cuánto importan las elecciones. Para los trabajadores al menos. Ya van cuatro y las reglas del juego siguen siendo básicamente las mismas: las del Plan Laboral de Pinochet. O sea, poco sindicato, poca negociación colectiva y el derecho a huelga ojalá inexistente -de hecho seguimos teniendo uno de los regímenes legales de huelga más restrictivos del mundo occidental-. Y por supuesto mucho poder a los emprendedores, dígase empresarios. Pero qué diablos, se vienen las elecciones y algo habrá que decir de ellas para los trabajadores. Veamos aquí algunas reglas prácticas para el trabajador preocupado de sus derechos en las próximas elecciones presidenciales:
Regla 1, Piñera
Partamos por el caso más fácil. Si usted tiene el síntoma de la “víctima insatisfecha”, esta es su opción. Digamos que si no le basta con el desolador panorama laboral chileno -con el 90 por ciento de trabajadores sin sindicatos y con el 93 por ciento sin negociación colectiva- y en algún sentido cree -cual víctima que desea que la golpeen más fuerte- que a su vida le falta más precariedad laboral, menos derechos, más prácticas antisindicales y algunas gotitas más de explotación, entonces su voto ya tiene nombre. Ahora, la sola posibilidad de que su hermano -José Piñera, el redactor del Plan Laboral de la dictadura de Pinochet- pudiera volver a ser ministro del Trabajo debería horrorizar al más abúlico de los trabajadores votantes.
Regla 2, Frei
Si usted vio la película “Memento” -donde el protagonista sólo recordaba lo que le pasaba hasta unas pocas horas atrás- y se sintió reflejado, entonces su voto podría ir por el candidato concertacionista. Ya se sabe, todo concertacionista genuino tiene algo del síndrome de memoria de corto alcance. Frei tiene, qué duda cabe, la más articulada y más progresista propuesta laboral desde que la Concertación llegó al poder. Su propuesta incluye eliminar el reemplazo en la huelga, aumentar el nivel de la negociación colectiva, incluyendo la negociación de los trabajadores contratistas, ampliar el alcance de los contratos colectivos y una larga lista de etcéteras. Ahora, el problema de los trabajadores con la Concertación es que deberán -igual que el protagonista de “Memento”- pegar pósits por todos lados: “no olvidar: nos prometieron eliminar el reemplazo en la huelga”, “no olvidar: nos prometieron derogar el Plan Laboral”, etc. Quizás podría ser distinto esta vez -nunca se sabe-. Ahora, si todo es igual que las otras cuatro veces anteriores y el ministro de Hacienda de turno termina haciendo primar los intereses empresariales por sobre los derechos de los trabajadores, desde ya le doy la receta postraumática: consuélese quemando sus pósits y recordatorios al calor de un buen trago -podría ser un Flor de Caña- y entone un clásico imperdible junto a Julio Iglesias: “tropecé de nuevo y con la misma piedra...”.
Regla 3, Enríquez-Ominami
Si lo que le va es tomar riesgo, por aquí debería andar su rayita en el voto. Si lo suyo es el sabor adolescente del juego de la ruleta -apostar sin saber exactamente a qué-, entonces Enríquez-Ominami es lo más parecido a su candidato ideal. Porque si hay algo que caracteriza a la propuesta laboral de Enríquez-Ominami es eso: no tener propuesta. Digo, algunas ideas habrá de seguro -un par de frases Twitter- para salir del paso: vamos a dar más empleo, vamos a aumentar la sindicalización y la negociación colectiva, etc. Pero si algo brilla por su ausencia en esta candidatura es algo parecido a un programa de ideas articulado sobre el mundo del trabajo. Y lo que queda ahí es la confianza ciega en la suerte o el acaso: irán a mandar los economistas neoliberales que lo acompañan -un tal Fontaine, que defiende la piedra angular del Plan Laboral de la dictadura, como es el reemplazo en la huelga- o los socialistas de siempre -como Ominami padre- que siempre se han mostrado hostiles a las reglas laborales que nos heredó Pinochet. Ahí, entonces, todo es un misterio. Un misterio buena onda, dirán algunos. Como el candidato.
Regla 4, ArrateEsta es la opción más difícil de analizar. Si viviéramos en el maravilloso mundo de las palabras, ésta debería ser la opción cerrada de cualquier trabajador interesado en cambiar las cosas. El problemas es que los discursos deben enfrentarse al frío mundo de los hechos -la facticidad- como gusta decirse en el mundo académico. Y en ese tránsito de la idea -revolucionaria, potente y sindical- a la frialdad técnica de construir las nuevas reglas del juego, parece irse toda la potencia del cambio. El viaje de la habitación con el póster del “Che” y Lennon a los fríos espacios del poder político suele ser muy duro para esta gente. Le ocurrió al propio Arrate. El candidato de la izquierda no hizo mucho -en rigor nada- por reformar el Plan Laboral de Pinochet en su rol de ministro del Trabajo. Años después, Andrade mostraría, para mal de Arrate y otros ministros del Trabajo con tan poco brillo como él, que se podía ser ministro del Trabajo a tiempo completo y no una mera comparsa del ministro de Hacienda. Y es que los comunistas y sus aliados parecieran tener las mejores de las ideas -“otro mundo es posible”, suelen decir-, el problema es que no parecen tener la más remota idea de cómo lograrlo. Y las pocas veces que lo intentan de verdad, el resultado espanta -léase República Bolivariana-. Y ahí uno termina agradeciendo la inconsecuencia entre las ideas y la práctica.
Regla 5 y final
Nunca olvide eso sí que los grandes cambios laborales no se sustentan en el voto, sino en la presión política de los trabajadores organizados. Nunca olvide que hay buenas razones para pensar que más importante para su propio destino es que se integre en un sindicato, participe en una negociación colectiva o en una huelga, que le dé el voto a un candidato en particular. Nunca olvide el consejo de un antiguo jurista -Ihering- sobre nuestro destino: no merece un derecho quien no lucha por él.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Ley de Pesca y trabajadores- La Nación Domingo- 15.11.09

La cosa es sencilla. Un par de diputados de la Concertación han agregado al proyecto de ley de pesca una relevante modificación: la empresa que sea sancionada más de tres veces por prácticas antisindicales verá cancelada su concesión pesquera.
La norma parece dotada de una lógica democrática impecable: si se trata de recursos públicos y naturales del país, la sociedad tiene todo el derecho a exigir que se respete a los ciudadanos que trabajan en ellas cuando en ejercicio del derecho fundamental de la libertad sindical quieran organizarse y negociar colectivamente.
La senadora Matthei ha puesto el grito en el cielo. Eso es completamente explicable en el caso de ella y los suyos. Hablarle de libertad sindical debe sonarle lo más parecido al arameo.
Hasta ahí ninguna novedad. Pero el problema no está ahí, sino en la vereda del frente.
La Concertación, sus parlamentarios y su gobierno seguirán un libreto que los trabajadores conocen de memoria y que se parece al teatro de las máscaras.
La idea es danzar con las máscaras puestas, diciendo que se quiere algo importante para los trabajadores -“ha llegado por fin la hora de los trabajadores”-, para luego obtener un poquitito de la idea original -“un avance es mejor que nada”- mientras la máscara cede. Y al final, ya sin máscara, volver a pedir el voto de los trabajadores -“nada nos detendrá esta vez, ahora sí que sí haremos algo importante”-. Y así sucesivamente.
Se trata de un estilo teatral que la Concertación ha llevado a la perfección artística. El final es el mismo: pierden los de siempre.
¿Es necesario que le diga quién?
Ahora, los actos de la obra son siempre los mismos. Y en el caso de la ley de pesca la obra irá por el siguiente derrotero:
Primer acto. El diputado progresista.
Un progresista de siempre, preferentemente diputado, enarbolará la defensa de los trabajadores, con aire y voz indignados nos dirá algo así como: ya basta con los chupasangre.
Y la sanción para los empresarios antisindicales estará a la altura de la circunstancia: cancelación de la concesión de pesca. Ni más ni menos.
Segundo acto. El o la ministra liviana en calorías políticas.
El o la ministra del Trabajo de turno, que en general tienen menos poder real que este columnista, dirá un par de frases de circunstancia para salir del paso: estamos trabajando en eso, mejoraremos los derechos de los trabajadores salmoneros y sus sindicatos, etc. El “gobierno está con ellos” será la frase para la galería.
Ahora, en este punto, la palabra cancelación de la concesión de pesca habrá salido cuidadosamente del léxico del o de la ministro (a). Ahora las frases serán de condenas contundentes pero etéreas: algo así como “sancionaremos a los empresarios salmoneros antisindicales con todo el rigor de la ley”.
Tercer acto. El que manda de verdad.
Ya nos acercamos al final y ahí aparece el que “pincha y corta”, o sea el ministro de Hacienda. Éste, que sabe que manda, no hace declaraciones ni nada por el estilo. Jamás expondrá su perfil de progresista gringo “buena onda” a las furias y sudores de los pescadores.
El hará todo en silencio junto con sus enviados: la ley de pesca tendrá un par de normas que sancionarán las prácticas antisindicales con multas que, se nos dirán, serán muy severas (algo así como entre 10 y 20 UTM).
En fin, una multita para no molestar a los emprendedores. Y de la cancelación del registro de pesca de la empresa antisindical nunca nadie más se acordará.
Último acto. El lobista feliz.
Al final el profesional del lobby, o sea un ex MAPU hoy convertido al brillo del mercado, estará contento. Habrá hecho su eficiente trabajo y los empresarios del salmón podrán emprender su tarea creadora de riqueza sin molestos sindicatos que exijan algo más que el mínimo.
“Chile avanza”, dirá para sus adentros el lobista feliz. Pensando en la obra que acaba de terminar como siempre.

lunes, 9 de noviembre de 2009

lunes, 2 de noviembre de 2009

El explotado del mes - Columna La Nación Domingo 1 Noviembre

Si quiere hablar públicamente de la empresa, esta prohibido. Si quiere comunicarse por escrito de asuntos comunes con sus compañeros de trabajo, esta prohibido. Si quiere sacar una foto de su lugar de trabajo, esta prohibido. Si quiere dar a conocer alguna antecedentes de la empresa, incluida las autoridades publicas, esta prohibido.

Si quiere negarse a realizarse un examen medico, está prohibido. Y por si acaso, también esta prohibido tener deudas protestadas y caer en insolvencia.

Parece un reglamento de policía, pero no. Son las normas (artículo 32 numero 51, 50, 15, y artículo 28 inciso 3 respectivamente) del reglamento interno vigente en la empresa de Supermercados Líder de Arica –que sospecho que será el mismo en todo el país- y que la Inspección del Trabajo acaba de considerar ilegales por atentar contra los derechos básicos de los trabajadores. Así la Inspección del Trabajo acaba de decir que “que no se ajusta a derecho, toda vez que la decisión del empleador de transformarse en una suerte de censor de las comunicaciones de sus trabajadores, se encuentra terminantemente prohibido por el constituyente, constituyendo así la libertad de expresión de los trabajadores a quienes se aplica el Reglamento impugnado, un límite infranqueable para las facultades que el ordenamiento jurídico le reconoce al empleador” (Ordinario 3416 del 28.08.09).

Y eso no es todo. Ni siquiera se puede hablar de “trabajadores”, según la denuncia del Sindicato, ya que en Líder se habla de “colaboradores” (artículo 34 letra c.),

Tiene menos aire de marxista, usted me entiende no.

El problema es que podría parecer otro desatino más de una empresa a la que rodea un escaso prestigio laboral (es la misma de las cientos de razones sociales y que acaba de ser multada por numerosas prácticas antisindicales) y donde los trabajadores han vivido las mil y una para poder organizarse.

Pero resulta que no se trata de un hecho aislado para nuestros trabajadores. Es común en empresas en Chile se atribuyan facultades que exceden con mucho el marco del contrato de trabajo infringiendo los derechos fundamentales de esos trabajadores.

Así de una rápida ojeada a esos reglamentos –que por ley deben existir en todas las empresas en Chile y de los que dará cuenta el informe de derechos humanos de la Universidad Diego Portales del 2009- se traza un modelo de trabajador que parece más salido del lápiz de un ex-cni que de un empresario moderno preocupado de la responsabilidad social.

Ese “trabajador del mes” debe ser calladito (“el trabajador se obliga a mantener en absoluta reserva y secreto respecto de terceros toda la información que tenga relación con la actividad de la Empresa”) - ojala apocado- (“el trabajador observará una conducta silenciosa en la empresa”). Debe ser solvente aunque le paguen el mínimo (“esta prohibido al trabajador caer en insolvencia financiera, o sufrir protestos de documentos mercantiles, como cheques, letras, pagarés”).

Debe ser un buen súbdito (“esta prohibido en la empresa gritar, formas corrillos o discutir en voz alta”) y un delator ejemplar (“el trabajador deberá informar a su jefe directo y este a su gerente respectivo, cuando conozca la venta, consumo de cualquier drogas, alucinógenos, estupefacientes, etc. en que se encuentre involucrado personal de la empresa aunque esto ocurra fuera del recinto de esta”).

Debe ser bien hombrecito –estilo militar- (“los trabajadores deben estar afeitados” y sin ningún tipo de piercing” “pelo corto y ordenado”). Debe ser asexuado con sus compañeras (“la empresa se reserva el derecho a poner término al contrato de trabajo en caso de que dos trabajadores contraigan matrimonio”).

Y por si fuera poco debe ser un buen cristiano (“el trabajador tendrá una vida privada intachable” “el trabajador

En fin, debe ser un cero a la izquierda. Perdón, a la derecha. Ya se sabe que el explotado de izquierda a veces se organiza. El de derechas jamás. Incluso esta agradecido de ser un explotado. Mande patroncito, suele decir.

En todo caso, quizás nos quede una enseñanza de tanto despropósito empresarial para los lectores. Si mañana le ofrecen un trabajo donde le llamaran “colaborador” piénseselo dos veces. Es probable que lo que busquen sea un explotado. Del día, del mes o del año, eso es lo de menos.