martes, 12 de julio de 2011

La novela de matthei- El mostrador 9.06.2011

En un oscuro y silencioso dictamen –como suele ocurrir en estos casos- la Dirección del Trabajo “por razones de buen servicio” –o sea sin que nadie se lo pidiera- acaba de declarar lo siguiente:
“Las asignaciones de colación y de movilización, como los demás estipendios contenidos en el inciso 2º del artículo 41 del Código del Trabajo, bajo las condiciones señaladas en este Oficio, no deben incluirse en la base de cálculo para el pago de las indemnizaciones sustitutiva del aviso previo y de años de servicio” (Ord. 2314/038 del 06.06.2011).
Para explicarlo en sencillo: a diferencia de lo que había sostenido históricamente, el órgano de fiscalización laboral –subordinado directo de la Ministra del Trabajo- viene en decir que, desde ahora, en los despidos de los trabajadores no será exigible, para calcular su indemnización (el clásico mes por año de servicios), incluir lo que empresa pagaba por colación y movilización. Ni tampoco las asignaciones de caja, los viáticos y otros etcéteras.
El punto está lejos de ser un detalle para abogados: cualquiera que haya sido despedido, sabe que un porcentaje relevante del monto a pagar por las empresas, corresponde, precisamente, a la inclusión de esos montos. Posiblemente en torno al veinte por ciento, sino más.
Logran así, por fin, asociaciones de empresarios, estudios de abogados empresariales y lobistas un viejo y acariciado sueño: que sus clientes tuvieran una “rebajita” al momento de pagar las indemnizaciones laborales. Dicho de otro modo, se han derogado, por decisión del Gobierno, una parte de las indemnizaciones laborales –el sueño de todo neoliberal chilensis-.
Y se escribía así otro capítulo de la novela de Matthei: el empresario insufrible. Como la de Bolaño.
Matthei no es Bolaño, por supuesto. Pero comparten estilo: según se va leyendo una va teniendo la extraña y curiosa sensación de que ambos nos están tomando el pelo. De que la historia que nos cuenta está llena de trampas. Así ocurrió con el posnatal y ahora ocurre con las indemnizaciones.
En el caso de Bolaño, la búsqueda de Cesarea Tinajero, parece una mera excusa para la diversión del autor –no por nada Bolaño decía de Parra que un genio era el que tomaba el pelo a todos los demás -.
En el caso de Matthei la sensación es parecida: su explosivo relato a favor de los trabajadores, cargado de frases maximalistas – “los empresarios verán una mano dura que no habían visto antes en fiscalización laboral”, y de contenido emotivo –“esto es lo peor que vi en mi vida” “estas condiciones de trabajo nos avergüenzan como chilenos”-, parece una simple excusa retórica: lo suyo es buscar el trabajador perdido, el más barato posible.
Ahora, lo que en la literatura resulta una genialidad –la sensación que de uno no controla nada-, en el manejo de los derechos de los trabajadores no tiene nada de gracioso. Más bien, resulta tristemente patético.
Así, mientras la ministra participa activamente de la Conferencia Internacional de la OIT, y entona su nuevo clásico discurso por la defensa de los derechos de los trabajadores, sus subordinados en Chile ejecutaban las instrucciones: modificaban el histórico criterio que la Dirección del Trabajo, en perjuicio, obvio, de esos mismos trabajadores.
Y de paso, se olvidaba, en la novela de Matthei, un clásico principio que los laboralistas construyeron hace ya casi un siglo: el principio pro-operario o de favor al trabajador. En su lugar, se instalaba, el nuevo principio del pro-empresario o favor del más fuerte.
El resultado es, en todo caso, de novela negra: los trabajadores chilenos a quienes se les paga colación y movilización –como muchos de los que leen estas líneas- acaban de perder, por la pluma juguetona del nuevo gobierno, una parte significativa de su futura indemnización.
Como se ve, la novela de Matthei no es nada de divertida. En su literatura, las cosas son crudas y las trampas previsibles: los ganadores y los perdedores siempre están del mismo lado.
Aunque la novelista se esfuerce en decirnos, con tono enérgico y emotivo, lo contrario.