martes, 2 de marzo de 2010

Nuestros barbaros


Verguenza –me imagino- debieron sentir tanto funcionario, tanto ministro de hacienda, tanto empresario y en fin tanto hechizado con el modelo económico chileno cuando el terremoto dejaba a la vista sus pies de barro: saqueos por doquier, violencia desatada y sujetos que ayer considerados respetables ciudadanos se convertían en cuestión de horas en barbaros que no respetaban nada.
Que habrán dicho de nosotros –hasta el viernes en la madrugada el país ejemplar del capitalismo latinoamericano- tanto hechizado con nuestra propaganda y la de los organismos internacionales –FMI, OCDE, etc.- cuando constaban la cruel realidad: chilenos que parecían sacados más bien de un país africano que de un país que se suponía estaba en el umbral del desarrollo.
El discurso ramplón se encenderá en el lugar común: se trata de delincuentes y pillines que se aprovecharon de la ocasión.
Pero ya no estamos para tamaña simplicidad.
Qué duda cabe se trata de delitos. Pero eso es tan obvio. No explica porque nuestros pobres se transformaron tan rápido en nuestros barbaros.
La pregunta que deberíamos hacernos no es la evidente de si son legalmente reprobable estos actos –que lo son- sino una mucho más difícil: ¿porque en Chile apenas el orden se retira –cuando el brazo armado de la ley deja de atemorizar- los sectores mas pobres se sienten con el legitimo derecho de saquear y tomar aquello que de otro modo –los legales- no alcanzan?
¿Por qué tan poca lealtad con la sociedad –al fin y al cabo con todos nosotros- de nuestros pobres?
¿Alguien se imagina saqueos y el caos social en países como Suecia o Alemania después de un terremoto como el que vivimos? ¿Ciudadanos convertidos en saqueadores llenos de rencor, rabia y violencia?
Es difícil imaginarlo para ser honestos. En sociedades tan integradas como esas, que han hecho su mejor esfuerzo por incluir y distribuir hacia todos, existen altos grados de lealtad hacia el resto. En sociedades altamente desiguales, en cambio, la cohesión y la lealtad social escasean y son sustituidas por la fuerza y el miedo –la mano dura como gusta decir a tanto chileno-.
La sensación de injusticia y de exclusión altamente extendida en nuestros pobres –que tanta veces se ha diagnosticado como “escandalosa desigualdad” - hace que nuestra sociedad está pegada con el mismo pegamento que esos edificios nuevos que hoy se derrumban.
Es que pedir a tanto chileno a quienes se les paga el mínimo, que no tienen mayores derechos laborales ni quienes los representen–en Chile los sindicatos no existen-, que no tienen ni salud ni educación pública de calidad, que tengan de súbito lealtad y compromiso – y no sólo miedo a la cárcel- con el modelo que los excluye –respetando el sagrado derecho de propiedad- es simplemente una ingenuidad que el terremoto ha hecho caer como la cúpula de la Divina Providencia.
En ese sentido, no es difícil entender porque los ganadores en nuestro modelo –unos pocos- exhiben y exigen alta lealtad a las reglas –incluidas las que protegen de mejor manera sus triunfos como es la propiedad- lo difícil es pretender que los perdedores de siempre –nuestros eternos pobres- tengan lealtad hacia reglas que no sólo no han diseñado sino que mirada nuestra historia han estado marcadas desde siempre a favor de los mismos.
El terremoto –quien lo iba a decir- ha desnudado al capitalismo chileno mostrando vergonzosamente sus pies de barro. Ni nuestra mejor propaganda ni la de los organismos financieros puede esconder que a la hora de repartir entre todos nuestros beneficios nos parecemos más a los países africanos que a los del primer mundo con los que nos gustaría compararnos.
Podemos –como lo hemos hecho por 200 años- cerrar los ojos y rasgar vestiduras diciendo que lo que falta es virtud y que la solución es la clásica mano dura.
Pero nadie podrá esconder la nueva víctima desnuda: el modelo chileno –ese que hace inflar el pecho de orgullo a nuestra pequeña elite empresarial y política- está pegado con barro. Sólo el garrote lo mantiene en buena parte de nuestra sociedad.
Y nuestros barbaros seguirá ahí esperando otra ocasión para que la ley se retire y ellos vuelvan a hacer justicia por propia mano – con rabia y rencor- para con un sistema al que poco le han importado durante mucho tiempo. Demasiado quizás.

3 comentarios:

  1. Profesor:

    Muy buena columna!

    Espero que usted y todos sus seres queridos esten bien.
    Un afectuoso saludo.

    Ignacio Riveros Muñoz.

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  2. Sr Ugarte:
    Tamaña discusión que armo ud x el mostrador (que pena que ahí se me margine la expresión a 500 caracteres).
    Hay que ver los variados puntos de vista que existen en la sociedad respecto del comportamiento de las masas! Lástima que algunos no supieron leerle y centraron su decir en una analogía accidental.
    Su explicacion me parece un buen razonamiento pero goza de cierta sencillez al tratar de argüir las motivaciones. Aplicable probablemente a un porcentaje muy mínimo de "bárbaros".
    Desde Moises que el robo es condenable. Por lo mismo tanto el robo de una caja de leche o un plasma, ya sea por marginados del capitalismo o no, ambos obtienen mi repudio.
    Sin embargo, tratar de entender el comportamiento de una sociedad fuertemente sacudida, poseedores de un miedo colectivo, que duermen bajo el amparo de la desinformación y con la angustia de un mañana próximo, (considerando el estímulo no menor de los periodistas en terreno y el ejercito!)....tratar de explicar ésto mediante argumentos sociopolíticos me parece que perdemos el norte.
    Lo suyo puede ser un buen punto de vista, pero en ningún caso el trasfondo...
    El hombre cuando lo pierde todo y ademas se siente perdido vuelve a su esencia: un ser animal, los que le siguen solo son oportunistas!
    Yo "cuidadana bien nacida", que nunca he robado ni saqueado, le aseguro que bajo estas circunstancias ya descritas ...probablemente me robe una caja de leche y si puedo un plasma!!! No se trata de relativizar los valores, ni justificar...se trata de estar en los pies (ni siquiera en los zapatos) de quienes lo perdieron todo.
    KA

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  3. KA:

    Pues yo estuve en el terremoto, y tuve que saquear, para no morir de hambre. Eso en ningún caso solapa el robo de plasmas, refrigeradores y lavadoras. Creo que Jluc compartirá conmigo en que hay formas y formas de paliar en hambre en situaciones como esa, y no se trata de relativizar valores, como tú dices, sino de dejar de ser flaite aunque sea un día de nuestras vidas.

    Y no nos hagamos los ciegos: si se desató tamaño comportamiento apenas nos asustamos es porque harto nos falta de camino. Eso se llama educación.

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